

Sonia Fernandez Pan, 2021
Los estados del agua conciernen a nuestros cuerpos, la evolución de la vida en la tierra, siendo el elemento esencial de la vida misma y su continuidad. Convocamos al agua y con ella a la vida a través de su sonar. Lanzamos a la imaginación un acervo de posibilidades creativas donde la efímera realidad se disipa en un rincón de la memoria.
El agua está en todo, en diferentes estados de materialidad, ya sea sonido salado en las olas del mar, en el aguarrás, coloreada en el lienzo donde reposa el pincel, en la mezcla de las casas y sus paredes, en los excrementos, la saliva, el sudor y luego de vuelta en forma de lluvia; en el olor a vapor de café o a la claridad de las redes polares. Sus temperaturas reconfortan y queman, calman el dolor y relajan los músculos duros en las cascadas. Las aguas dulces son el soplo de conexión más profundo para el cuerpo palpitante.
Invoca Schafer (2011) en su libro A Afinação do Mundo: “Todos los caminos de los cuerpos conducen al agua. Ella es la fundación del paisaje sonoro original y el sonido que, sobre todos los demás, nos proporciona el mayor placer en sus innumerables transformaciones.”
Elemento primitivo entre muchos pueblos, incluso muy distantes entre sí; el agua en China se identificaba con el caos, del cual se originó el universo, mientras que en la Génesis aparece ya en el segundo verso, ante la luz y las tierras emergidas. Incluso el filósofo griego Tales asoció el agua con el origen de todas las cosas y afirmó que su suavidad también es capaz de explicar los cambios en las cosas mismas. También en Polinesia el agua se consideraba la materia prima fundamental.
El agua ha estado presente en la historia de las civilizaciones antiguas: El Nilo para la civilización egipcia, el Tigris y el Éufrates para las civilizaciones mesopotámicas (sumerios, babilonios y asirios), el Huang He (Río Amarillo) para China, el Indo y el Ganges para India.
Del castellano antiguo agua («agua») y este del latín aquam («agua»), el protoitálico *akwa y el protoindoeuropeo *h2ékweh2. Aigua, eau, acqua, apă, ὕδωρ, wasser, water. «A» en sumerio que también significa «generación». “Cielo” en hebreo“, shamaim, resultado de la unión del «agua», maim, y el «fuego», esh.
¿Cómo sonaría el paisaje sonoro desde tiempos inmemoriales, cuando todo eran burbujas? ¿Podríamos imaginar formas de vida no basadas en el agua? ¿Cuáles son las posibilidades de lo acusmático para crear relaciones socioecológicas a partir del elemento agua? ¿Qué otras preguntas pueden surgir cuando entramos en contacto con las condiciones acuáticas y cuál es la inmersión en nuestro propio cuerpo?
La constatación consciente de un mundo herido se manifiesta a través del agua con problemas de sequías cada vez más drásticas. La escasez de agua se debe, en parte, a su habilitación en la bolsa de comercio, a su contaminación, y al extractivismo. Ya no escuchamos el sonido del agua en paisajes que han desaparecido por completo y en el tiempo, en un contexto de cambio climático. Los cuerpos de agua han sido fragmentados, desaparecidos y silenciados, con el tiempo desecados, exterminados o bien trasladados, donde el silencio evoca una resonancia siniestra. (Toop, 2010).
En una proyección distópica aunque inminente, ¿sería posible escuchar el paisaje sonoro en un mundo desertificado?
CHICHARRA FIS 23: Los estados del agua, es una invitación a pensar desde lo fluido, a abandonar cualquier estructura rígida para habitar superficies más porosas, sin forma fija, que se adaptan y se transforman constantemente escapando a las lógicas de la inmovilidad y la permanencia. Los estados del agua es una oportunidad también para registrar y generar narrativas en torno a las decisiones que estamos tomando hacia este bien común, como si no tuviera que ver con la vida. Y por último, también es una llamada a las aguas, un ritual, un canto al cielo pidiendo a las nubes que descarguen y sosieguen nuestra tierra.