Chicharra FIS

El Territorio

Chicharra FIS

11 de octubre de 2025

Ciudad de la Cultura de Almonte, Huelva

El municipio de Almonte se sitúa en un entorno privilegiado: el Espacio Natural de Doñana, cuyo valor ecológico es incalculable. Este territorio abarca una amplia extensión donde seres humanos y otras especies conviven desde hace al menos 28.000 años, dejando su huella en el paisaje. Desde las primeras comunidades neandertales, pasando por las culturas fenicia, tartésica, romana, visigoda y árabe, hasta llegar a la tradición cristiana que aún perdura, la historia del lugar se entreteje como un cruce de tiempos, afectaciones y cosmovisiones.

Doñana constituye uno de los humedales más extensos y ricos de Europa: un ecosistema mosaico compuesto por marismas, playas, dunas y corrales, coto o matorral, y la vera. Este entorno alberga una biodiversidad única y es lugar de paso, cría e invernada para miles de aves africanas y europeas, además de hogar de especies endémicas y amenazadas.

La historia más reciente del territorio revela tensiones con gran potencia movilizadora para la creación. Entre las más significativas se encuentran:

Lógicas fragmentarias

En 1980, el Parque Nacional de Doñana fue declarado Reserva de la Biosfera por la UNESCO y se implementaron medidas para su preservación ecológica. Paralelamente, en la llamada Corona Forestal —las zonas limítrofes del Parque—, la agricultura se intensificó: del autoconsumo local y los cultivos de secano, se pasó al monocultivo intensivo de frutos rojos bajo invernaderos, liderado por empresas locales y multinacionales.

Esta simultaneidad revela una contradicción estructural: mientras se protege el corazón del ecosistema, en su periferia se consolidan prácticas extractivas que agotan el mismo acuífero y erosionan la misma tierra que sostiene al humedal. Los flujos ecológicos no corresponden con las fronteras administrativas. Proteger el centro mientras se expolian los márgenes es una práctica que nos invita a cuestionar la lógica fragmentaria de las políticas y subraya la necesidad de imaginar otras formas de vinculación con los territorios.

Gestión de recursos

La agricultura intensiva se sustenta mediante prácticas coloniales contemporáneas: con la fuerza laboral de bajo coste proveniente del Sur Global. Una instrumentalización de los cuerpos que perpetúa la jerarquía global, donde el enriquecimiento del Norte se sustenta por el empobrecimiento sistemático del Sur.

La paradoja se agrava en Andalucía, históricamente marcada por la represión y la precarización del campesinado sin tierra. Hoy, esa memoria de desposesión resuena en nuevas formas de explotación. La relación entre capital, territorio y trabajo adquiere aquí una dimensión urgente que remite a los feminismos de frontera del Abya Yala y su noción de cuerpo-territorio. La lógica extractivista humana y ecológica está profundamente entrelazada.

Este contexto exige activar prácticas feministas, decoloniales y antirracistas que desborden los marcos institucionales y propongan formas de justicia territorial que incluyan a quienes han sido históricamente minorizadas.

Paisaje sonoro

El análisis de los estratos sonoros del territorio implica reconocer que el sonido no es solo una experiencia sensorial, sino una dimensión vital del ecosistema, donde las transformaciones ecosociales y tecnocientíficas se entretejen de forma compleja. A diferencia de la mirada, que delimita y jerarquiza, el sonido se expande y atraviesa fronteras físicas y simbólicas. De ahí el potencial de la escucha como práctica política: una forma de atención que revela dinámicas territoriales que, de otro modo, pasarían desapercibidas.

El paisaje sonoro de Doñana está siendo alterado aceleradamente por la intensa actividad humana. La expansión agrícola, el uso de vehículos y herramientas a motor, el desarrollo de infraestructuras, el turismo masivo estacional, las actividades recreativas con música amplificada en las playas o el paso de hermandades durante la romería, interfieren en la comunicación de las especies que cohabitan en el humedal, incluyendo la manera en que los seres humanos se vinculan con el entorno.

Desde la teoría de la comunicación acústica de Barry Truax, el paisaje sonoro se entiende como una red de relaciones significantes entre organismos humanos y no-humanos. En este sentido, Doñana, como refugio ecológico y al mismo tiempo territorio tensionado por lógicas del capital, se convierte en un espacio donde coexisten —y a veces colisionan— zonas de alta fidelidad acústica con otras profundamente degradadas, que erosionan también las posibilidades de habitarlo. Asumir esta escucha implica incorporar el sonido como herramienta de diagnóstico ecológico y abrir la posibilidad de proyectar futuros más sostenibles y sensibles. Escuchar Doñana, entonces, es también escuchar sus fracturas, sus memorias y sus resistencias.